Situada dentro del término municipal de La Puebla de Montalbán, en un emplazamiento desde el que se tiene una extraordinaria panorámica de unos montes de Toledo que se extienden hasta más allá de la línea del horizonte, la ermita visigoda de Santa María de Melque se nos ofrece como un extraordinario superviviente de un modelo espiritual, que se vio súbitamente resquebrajado con la invasión árabe de la Península en el año 711.
A juzgar por los descubrimientos arqueológicos realizados hasta el día de la fecha, la ermita es lo único que se conserva de lo que se considera que fue, en tiempos, uno de los mayores complejos monásticos cercanos a la capitolina Toletum de las dinastías visigodas.
Un lugar solitario, rodeado por la magia de una naturaleza que hacen que la zona ya fuera considerada sagrada por las culturas neolíticas que la habitaron con anterioridad, como lo demuestra la existencia de un complejo dolménico en las proximidades. También, a una distancia de unos tres kilómetros, aproximadamente, se localiza el castillo de Montalbán, ocupado en tiempos por el Temple y del que partieron parte de las tropas que los freires milites emplearon en la decisiva batalla de las Navas de Tolosa, acaecida en julio de 1212, que supuso un golpe de gracia al poder almorávide en la Península.
La presencia templaria en la ermita también es conocida, aunque en la actualidad no queda rastro de las estelas funerarias templarias descubiertas en el cementerio anexo. Se adoraba a dos Vírgenes, que llevaban por nombre de Melque, siendo negra una de ellas.
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