miércoles, 25 de mayo de 2011

Calatañazor




Provincia: Soria
Situado aproximadamente una treintena de kilómetros de la capital soriana, y otro tanto de la catedralicia ciudad de el Burgo de Osma, Calatañazor es algo más que ese mito insistente que mantiene viva la creencia de que aquí, Almanzor perdió su atambor; es decir, su suerte. Calatañazor es una leyenda que permanece viva, aislada en el mágico microuniverso de sus estrechas callejas; sus casas donde alquímicamente se mezclan el adobe y la piedra y que parecen bailar sobre zancos milenarios; sus rojos tejados; sus chimeneas espantabrujas, esencialmente celtíberas; la adoración a Dios a través del románico y el gótico de las pocas iglesias y ermitas que a duras penas sobreviven al moderno acoso y derribo, como la del Castillo, la Soledad, y algo más allá, herida de muerte, la de San Juan.

Sus murallas, los restos de su fortaleza, así como las rapaces que sobrevuelan continuamente unos campos infinitos, que parecen incendiarse cada atardecer cuando el sol declina, retirándose cuál encantado y herido caudillo moro por la línea difusa del horizonte...

En la proximidad, un entorno mágico, espectacular, que comienza en el sabinar que lleva su nombre y continúa un par de kilómetros más allá, en el lugar donde la Madre Gaia pare cada día un cíclope de magnitud embriagadora, al que algunos denominan Abión, y otros, sin duda más románticos o quizás víctimas de su magnético influjo, llamamos Fuentona, quizás soñando con una época en la que las ninfas se trenzaban los cabellos en la orilla, entonando maravillosas melodías que un día el viento se llevó.

Ni más ni menos: Calatañazor.



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