martes, 26 de noviembre de 2013

Lagos de Covadonga


Situación: a 11 kilómetros del Santuario de Covadonga. Generalmente, el acceso con vehículo suele estar prohibido durante los meses de verano y en otras festividades.
Lagos de Covadonga. Simplemente su mención invita ya a la especulación obligada sobre las especiales características de este entorno sobrenatural del que forman parte. Como inmemoriales guardianes que custodian indolentemente el trono majestuoso de los magníficos Picos de Europa, en cuyas aguas se reflejan no sólo la luna sino también las estrellas, no resulta difícil aceptar cualquiera de las múltiples leyendas de todas y cada una de las diferentes culturas que históricamente posaron los pies en el lugar. Pero quizás, la más sugerente, aquélla que en el fondo conecta con varias de las principales, la romana y la astur y celta, quiso situar aquí el lugar donde los mismos dioses quisieron que el general romano Galva sufriera un episodio sobrenatural o premonitorio -perdón por la reiteración-, que habría de revelarle su futura condición de César. Resulta una lástima, no obstante, que tan extraordinario lugar del espíritu -como en el fondo han sido siempre sus dos lagos principales, el Enol y el Ercina- se vea completamente saturado por un turismo cada vez más generalizado, que demuestra, después de todo, que el antiguo magnetismo de la Madre Tierra continúa ejerciendo todo su poder de seducción sobre las criaturas que moran en ella.

domingo, 17 de noviembre de 2013

La Torre de Hércules


La Torre de Hércules. Sin duda, uno de los lugares que más visitantes atraen de una costa, cuya salvaje belleza, acrecentada por ese mar, en ocasiones, enfurecido, todavía evoca ecos de milenarias y épicas leyendas. Desde Hércules, al impacto que debió de provocar en las legiones romanas ese panorama donde innumerables menhires parecían señalar hacia ese lejano infinito del que llegaron multitud de pueblos diferentes, de maestros y de oscuras sabidurías, hasta la hipotética situación, mencionada por algunos autores, de la histórica y a la vez, de difícil localización bailía templaria de Faro. Un lugar que, aunque reconvertido con el paso de los años y herida su soledad por cientos de visitantes, todavía conserva parte de ese ancestral imán, que arranca susurros de nostalgia en el alma y subyuga el espíritu con indefinibles melodías.