Algunos kilómetros más allá de su nacimiento en las Fuentes que llevan su nombre, y una vez pasados la señorial Cangas del Narcea e incluso Corias -lugar donde se asienta ese legendario monasterio cauriense, supuestamente descendido del cielo, probablemente por ángeles hermanos de aquéllos otros, cuyas artes en la orfebrería legaron a la posteridad una de las más insignes Cruces que se conservan en la Cámara Santa de la catedral de San Salvador de Oviedo, aquélla que también lleva su nombre, de los Ángeles-, el Narcea se desliza somnoliento, corcoveando, cual cuélebre fantástico, a la vera de montes y quebradas que, imbuidas de ancestral misterio, lucen, no obstante su grandiosa hermosura, un cierto aspecto de tenebrosa sobrenaturalidad. Esos corcoveos, a medida que el río crece y se ensancha, acercándose a una temprana madurez, se transforman en perfectas curvas de ballesta -como diría aquél hombre bueno, que fuera Don Antonio Machado, aunque en este caso, refiriéndose a su pariente el Duero a su paso por la ciudad de Soria y la ermita de San Saturio-, regalando escenas inolvidables, seguramente encaminadas a seducir los espíritus de los hombres. No resulta vano y mucho menos baladí hablar de seducciones, si tenemos en cuenta que estamos en una parte muy particular de esas milenarias Asturias, donde algún que otro viajero, tuvo la fortuna -o la desgracia, según se mire-, de tropezarse con uno de esos seres sobrenaturales -Dioses de la Vida y de la Muerte, como los definió en el siglo pasado, ese gran cronista asturiano que fue Constantino Cabal- que conforman la rica mitología popular astur. Cuenta aquél gran hombre y teósofo que fuera Mario Roso de Luna, que por estos lares, y mientas se dirigía hacia Soto de los Infantes, le salió al paso una formidable xana, de la que quedó mortalmente prendido y de cuya influencia pudo escapar con bien, gracias a ciertas ayudas, evidentemente también sobrenaturales, que le proporcionaron algunos peculiares compañeros de viaje. Quisiera pensar, a la vista de la belleza que se muestra en las imágenes centrales del presente vídeo, que el lugar de la experiencia sobrenatural de Roso pudo producirse, ¿por qué no?, en ésta curva de ballesta tan genuinamente extraordinaria, que forma el Narcea a su paso por el pueblecito de Pilotuerto -Pilotuertu en bable-, que casualmente, se encuentra situado a una distancia más o menos equidistante entre Cangas del Narcea y Soto de los Infantes. Tal del color verde esmeralda de sus aguas, eran los ojos de la xana que le encandiló y tal como los rayos del sol que procuran una corona áurea a las ramas de los árboles que se reflejan en este maravilloso espejo, los cabellos. También me pregunta, para terminar y puestos a especular, si ese sobrenombre latino con el que muchas veces nos referimos al Sol -Lorenzo-, no será en honor de aquél abnegado mártir que, según la Leyenda Dorada de Santiago de la Vorágine, puso a buen recaudo el Santo Grial, cuando los vándalos de Alarico tomaron y saquearon Roma. Recordemos, que como el Sol, el Santo Grial puede dar, pero también puede quitar la vida. Sea como sea, el lugar merece una parada prolongada, siquiera sea para permitir al espíritu solazarse con su belleza. Pero eso sí: si ven alguna rubia haciendo auto-stop, no olviden los famosos versos de Campomanes:
¡Ay del que va en el mundo a alguna parte
y se encuentra a una rubia en el camino!
Publicado en STEEMIT, el día 28 de marzo de 2018: https://steemit.com/spanish/@juancar347/un-rincon-del-narcea
¡¡¡Qué bonito vídeo y qué bonita entrada!!! Parece un cuento y viendo el paisaje ¡Es de cuento! Ahí cualquier criatura fantástica puede aparecer cuélebre o xana, de ojos verdes y cabellos como el reflejo de las ramas de los árboles, ahora rubia no sé yo, haber, haylas, como la que llevas en el GPS jajajaja.
ResponderEliminarGracias por tan grato paseo, un beso.
Hola, bruja. Es una ruta muy interesante, que destaca, precisamente, por la gran belleza de su entorno, sus paisajes inolvidables, las montañas coronadas por la niebla que se va desplegando suavemente como los pliegues de un vestido de seda a medida que el sol asciende; un río generoso, cuyas aguas se despliegan en curvas de ballesta mostrando diferentes matices a medida que el día avanza y los rayos del sol van iluminando las riberas, dejando al descubierto el aura que anima a esa exhuberante vegetación... Una ruta mágica: Belmonte, Soto de los Infantes, Corias, con su monasterio descendido del cielo por los propios ángeles, Cangas del Narcea y su acceso al santuario de la Virgen del Acebo, los enclaves extraordinarios donde se asientan pueblecitos de lo más pinturesco y de lo más hermético, como Xedréz y Monasterio do Hermo... En fin, una ruta mágica de aproximadamente 70 ó 80 kms de misterio y belleza sin igual. Me alegra que te guste. Un abrazo
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