Siempre
resulta una experiencia realmente emocionante, tener la oportunidad de acceder
a un antiguo lugar de culto, independientemente de la provincia donde éste se
sitúe, sin importar, después de todo, que los efectos del tiempo y sobre todo,
aquellos quizás más importantes provocados por la mano del hombre, resten una
buena parte de la excelencia sacra que éste tuvo en su momento. Uno de los más
interesantes, y a la vez, del que todavía podemos sacar relevantes
conclusiones, no es otro que este Santuario de la Virgen Peña. Localizado en la
histórica ciudad alcarreña de Brihuega, nos revela no sólo lo que debió de ser,
en tiempos, un verdadero centro espiritual de culto a la figura primordial de
esa Gran Diosa Madre que, llámese como se quiera –Isis, Ashera, Astarté,
Tanith, etc- bajo su manto –sea o no éste el original con forma inequívoca de
triángulo, señalando ese carácter tripartito que tenían muchos de los
santuarios más primitivos- se acogieron y nutrieron prácticamente todas las
culturas de la más remota Antigüedad, sino que además, en su propia historia, o
mejor dicho, en esa corriente popular que generalmente suele llevar siempre
consigo algo de inmaculada agua histórica –como suelen decir algunos autores,
entre ellos el estimado Maese Alkaest-, viniendo, quizás, a indicarnos, así
mismo, olvidadas y ancestrales rutas de peregrinación de las que cada vez van
quedando menos huellas en ésta, nuestra mágica Hesperia. No parece ser casual
ésta advocación –de la Peña-, al que
además hay que añadir el detalle del color específico de las imágenes –negras-
que parece señalarnos unos lugares muy determinados, cuyo denominador común –aparte
del dato consignado de su remoto culto-, parece ser la presencia de una orden
que, si hemos de tener en cuenta sus supuestos estatutos secretos, tenían a la figura de Nuestra Señora como el
principio y final de su religión, porque ya existía antes que las montañas –aquéllas
a las que se refería el propio San Bernardo, como parte de los mejores lugares
de aprendizaje- y la tierra: la Orden
de los caballeros templarios. Y los lugares que merece la pena reseñar y que
conformarían una auténtica ruta de Vírgenes
Negras atravesando diferentes provincias de la Vieja y la Nueva Castilla,
no son otros que Calatayud, Ágreda, Brihuega y Sepúlveda. Aquí, además, se da
la circunstancia de que en la propia tradición que envuelve esta asombrosa
figura, se cita a personajes, como la princesa mora Zulema, hermana de otra
doncella mora cristianizada, en cuyo honor se levantó también en un lugar de
antiguos cultos precristianos en la Bureba, un magnífico santuario: SantaCasilda. De la cristianización de este lugar, así como de la posterior
tradición eremítica que se instaló en él, llaman la atención los escalones
labrados en la roca, así como la presencia de dos arcos románicos, que a su vez
recuerdan otro lugar, no excesivamente lejano, donde también se cristianizó un
lugar precristiano, levantándose una ermita en honor a Santa Elena junto a la
cueva sagrada, en cuya entrada puede apreciarse otro singular arco románico: la
ermita y cueva de la Santa Cruz, en Conquezuela, en la vecina provincia de
Soria. Si bien la reproducción que podemos ver en este santuario es una copia,
sin duda, responde fielmente al original, que se conserva en la cabecera de la
iglesia que lleva su nombre, levantada sobre el mismo farallón, al lado del
antiguo castillo moro, hoy día, cementerio municipal.
Hola! ¡Hiciste el día redondo! Qué sitio más impresionante, es una maravilla, mira que a Brihuega he ido y no tenía ni idea de esta cueva, sabes que no soy muy amiga de vírgenes, una es bruja, sin embargo el sito donde está es tan bello que no podían haber encontrado mejor altar. A la próxima, subo! Un beso grande.
ResponderEliminarHola, bruja. Como sabes, todas las ocasiones anteriores en que había estado en Brihuega, nunca había podido entrar en la iglesia de Nª Sª de la Peña. Tampoco conocía la existencia del Santuario cuyo acceso, me parece, es en cierto modo de novísima 'reactualización'. Tampoco ese día en particular tenía a Brihuega precisamente en la mente, pues iba a otro lugar cercano a continuar indagando ciertos aspectos de una magnífica portada románica. Y de regreso, pues algo me impulsó a acercarme. Al final, y aunque hace mucho tiempo que no lo cito, voy a tener que reconocer que Coelho tenía razón cuando decía aquello de que 'uno llega a los lugares donde se le espera en el momento preciso'. ¿Casualidad o causalidad?. Tómese como se quiera, pero estoy convencido de que ésta Puerta se me abrió en el momento en que debía de abrirse. Por otra parte, sí que te digo que merece la pena estudiar tanto el templo que se le eleva por encima, como el Santuario y el antiguo alcázar moro, hoy día cementerio, que todavía guarda algunas atractivas sorpresas. Un abrazo
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