No se
trata del plagio de la delirante novela de H.P. Lovecraft, pero sí podría
decirse que coincide básicamente con sus planteamientos, si consideramos el
trasfondo psicológico que se oculta realmente detrás de éstas misteriosas
figuras, conocidas generalmente como guardián
o guardianes del umbral y que, con
mayor o menor carga de efectividad emocional, custodian indolentemente
cualquiera de esos accesos que separan dos mundos generalmente muy específicos,
pero intrínsecamente relacionados: el físico y el espiritual. Si bien sus
antecedentes más notables, se encuentran, generalmente, en los accesos a los
templos, no son ajenos, tampoco, a otra clase de lugares e instituciones. Tal
es el caso, por ejemplo, de un parque que bien podría considerarse como mágico, si por mágico entendemos –aparte, obviamente, del embrujo y la fascinación
que despiertan siempre los lugares naturales-, la utilización de unos símbolos
específicos, encaminados astutamente a despertar en el espectador unos
arquetipos determinados, aletargados en lo más profundo de la psique, que vendrían a constituir esa
otra realidad tan fascinante, a la que el gran psicólogo C. G. Jung denominaba
como el inconsciente colectivo.
Convertirse en hermeneuta y pretender ahondar, quizás, en ese profundo y
tenebroso mar de la consciencia, conlleva, cuando menos, despertar profundos
terrores contenidos en los genes de una humanidad que nació temblando de miedo
en lo más profundo de las cavernas. Todas las grandes civilizaciones supieron
aprovecharse de ello y los utilizaron; incluso el Cristianismo, seguramente
basándose, sobre todo, en los demonios que conjuraban el modelo de modelos, es decir, el Templo de Salomón, también se
alió con ellos, utilizándolos en los umbrales de sus templos. En este jardín
mágico al que hacemos referencia –que descubriremos en una próxima entrada,
cuando nos demos un paseo más amplio por él-, no deja de llamar la atención
este simbólico centinela, en la figura de un imponente jabalí, plantado sobre
sus cuartos traseros, a la entrada de una cueva o puente, según se mire –en no
pocas ocasiones, vienen a constituir un efecto
gemelo, simbólicamente hablando-, que podría considerarse como el umbral
que separa, así mismo, los dos mundos a los que se viene haciendo referencia.
Su aspecto, como el aspecto de aquellos terribles monstruos o leones, que
generalmente solían ser una constante en los templos románicos –objetos y
sujetos, sobre cuya evolución y planteamiento se podría un interesante y
voluminoso tratado-, es igual de siniestro y amenazador, y cuando menos, invita
también a la reflexión. Y observándolo y a la vez reflexionando, cabría también
preguntarse si la pregunta que en realidad nos está haciendo, retándonos con
sus poderosos colmillos, no es otra que ésta: ¿te atreves a ir más allá?.
Publicado en STEEMIT, el día 17 de Enero de 2018: https://steemit.com/spanish/@juancar347/el-guardian-del-umbral
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