La Torre de Hércules. Sin duda, uno de los lugares que más visitantes atraen de una costa, cuya salvaje belleza, acrecentada por ese mar, en ocasiones, enfurecido, todavía evoca ecos de milenarias y épicas leyendas. Desde Hércules, al impacto que debió de provocar en las legiones romanas ese panorama donde innumerables menhires parecían señalar hacia ese lejano infinito del que llegaron multitud de pueblos diferentes, de maestros y de oscuras sabidurías, hasta la hipotética situación, mencionada por algunos autores, de la histórica y a la vez, de difícil localización bailía templaria de Faro. Un lugar que, aunque reconvertido con el paso de los años y herida su soledad por cientos de visitantes, todavía conserva parte de ese ancestral imán, que arranca susurros de nostalgia en el alma y subyuga el espíritu con indefinibles melodías.
Hola Juan Carlos: Viendo el vídeo me abraza el gusanillo de la nostalgia que me avisa de que los días de mar aún están lejos pero ¡¡¡Qué belleza el Cantábrico!!! Te hago una pregunta de tribial: ¿Cuál es el faro más antiguo de la península? Y esta entrada lo desvela, un faro romano completamente retocado ¿O no? Creo que no entraste y subiste, una escalera al cielo donde te das cuenta de lo alto que está, pero en su base han hecho unas excavaciones donde se ve su raíz, su origen.
ResponderEliminarSabes que me llama más la atención de él, su rosa de los vientos y que no es un faro cualquiera, es la punta de una península y si no es por un lado, es por otro, el mar siempre se presenta bravo.
Un beso.
Hola, bruja. Imaginaba que te traería muy gratos y cercanos recuerdos; recuerdos de mares singulares, misteriosos, bravíos y a la vez dulces y evocadores. El trivial no deja de ser un juego ameno, aunque posiblemente hubiera más faros de similar época que, por diferentes circunstancias, no han conseguido sobrevivir a nuestros días. Como dejo entrever, este es todo un misterio en cuanto al origen de la importante encomienda templaria que tenía por nombre, precisamente, Faro. También tuve ocasión de conocer ese evocador recuerdo y homenaje a la Rosa de los Vientos, que mostraré también más adelante y que, cuando la vi, me trajo recuerdos de brujas viajeras. En efecto, no entré en el faro, había demasiada gente y preferí perderme un rato contemplando los acantilados y dejándome llevar por la magia de ese mar que, como bien dices, si no es por un lado, es por otro, pero siempre está bravo. Un abrazo
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