martes, 27 de septiembre de 2011

Detalles de Magia Natural: Tercera Parte



Vamos a huir de las llamadas realidades, que no son sino humo, polvo y ceniza, yendo a buscar el ensueño donde quiera que podamos encontrarle, decía el periodista y teósofo Mario Roso de Luna, en una de sus obras más conocidas (1). Pero el ensueño, volátil como el humo, lejos de consentir encasillamientos mortales, gusta de dar rodeos y sorprender. Sorprendido, por no decir mudo, recuerdo que me quedé apoyado sobre el alféizar de la ventana de mi hotel, viendo amanecer en la Sierra de Mágina; presenciando la alquimia imposible de ese momento, precedente al alba, en el que los sueños semejan realidades ajenas y los juancaballos y las compañas de seres mitológicos retornan sigilosos a sus lúgubres cavernas.

Otro amanecer, en el extremo opuesto de esta piel de toro peninsular, observando los jirones de niebla alrededor de la cima ctónica del Monsacro, mientras las pequeñas aldeas de alrededor comienzan a despertar.

La magia del deshielo primaveral, formando alegres riachuelos de montaña que se deslizan ladera abajo hasta fundirse con ríos como el Neila, conocido como Najerilla en la vecina Rioja. El milagro de la fecundidad, donde Gaia alumbra ríos de histórica relevancia y leyenda, como el Arlanza.

El agua, mágica en sí misma, precipitándose en forma de cascada por los aledaños de unos misteriosos eremitorios en la serranía alcarreña, no muy lejos de la fértil influencia de una Virgen Negra, como es la de la Peña, en la cercana Brihuega.





Y cómo no mencionar en ésta pequeña colección de detalles, una magia muy especial; una magia que hace que el mundo vibre y se enriquezca a través de sus historias y personajes: la Magia Literaria, que tiene en la madrileña Plaza de España al más universal de los paladines de todos los tiempos. Don Quijote y Sancho Panza, eternamente recibiendo solicitudes, reclamando su honestidad y gallardía para desfacer entuertos.

El embrujo inmemorial de los templos sagrados del Nilo, y su divina geometría, dibujándose en la frágil superficie de un estanque.

Como ese otro estanque, cubierto de un mantillo otoñal y habitado por infinidad de peces exóticos, de variados y llamativos colores, en un punto recóndito de un parque que, además de nacido como un capricho, cuanto con la magia ancestral del laberinto, memoria atávica de mundos y civilizaciones antediluvianas.

Finalmente, cae la noche sobre el castillo oscense de Loarre, y mientras los últimos rayos del sol trazan su maravilloso rompimiento de gloria entre las nubes, las ánimas de sus antiguos moradores recorren incansablemente unos muros tintados con los impenetrables colores del ocaso.

(1) Mario Roso de Luna: 'El tesoro de los lagos de Somiedo', Editorial Eyras, 1980.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Detalles de Magia Natural: Segunda Parte

Oh capitán, mi capitán, parecen querer expresar los girasoles, irguiendo su caperuza hacia los últimos rayos de un sol, que comienza a bostezar, iniciando en solitario ese camino hacia el finis terrae en el que se sumergirá para renacer de nuevo al día siguiente. Es también, la última etapa del presente vídeo, pero por alguna razón, no tan particular como obscura, he decidido adelantarme y comentarla en primer lugar. Tal vez no sea un desacierto narrativo, si tenemos en cuenta que es así, precisamente, con ese otro bostezo que da vida a un nuevo día, como comienzan los presentes detalles de magia natural, en el mismo momento en el que, apenas levantados, los peregrinos afrontan otra etapa en su camino. Una etapa que puede comenzar, por qué no, en la campiña burgalesa, en las cercanías de Villafranca Montes de Oca, pasando por los apenas reconocibles restos de lo que antaño fuera el monasterio de San Félix y hoy apenas un muñón, un diente comido por la caries, que ya no puede ser salvado por el dentista. Allí, mañana de domingo, yo también deposité mi piedra sobre el mojón que indica la dirección del Camino, deseando que los hados me fueran favorables en el largo camino que aún me restaba para llegar a casa.

De nada hubiera servido recorrer éste, sin visitar, también, el santuario de Nª Sª de Oca, un lugar cristianizado, pero ancestralmente druídico, en el que liberar tensiones y aspirar fragancias de otro mundo, junto a la fuente milagrosa de San Indalecio, con el estanque en forma de trébol de cuatro hojas y el agua corriendo alegre en dirección a un adormecido río Oca, que se desliza sigilosamente por las inmediaciones.

Otro santuario, druidico también, y en la provincia de Burgos, es el de Santa Casilda, aquélla princesa de origen moro cuya piedad con los prisioneros cristianos llevó a la Virgen a interceder por ella y convertir en rosas los panes ante la suspicacia de su padre, el rey. Un lugar del espíritu, similar al anterior, con su bosque, sus rosas espinadas, restos del árbol sagrado, su estanque y su fuente milagrosa de San Vicente.

La magia inolvidable del arcoiris, precursor de la fantasía, cuyo arco maravilloso quizás oculte un formidable mundo de Oz, cuya visión dura lo mismo que un parpadeo. Tuve la grata fortuna de presenciarlo entre Luesia y Ejea de los Caballeros, cuando nos retirábamos después de un día repleto de vivencias, detalles y recuerdos.





No podía faltar, pontífice de sueños, aquél Puente de los Peregrinos, que aguarda entre suspiros y ecos de pisadas peregrinas, el regreso del maravilloso pájaro Txori, que murió mágicamente cuando desapareció la Mater a la que cada mañana atendía, limpiándola la cara. La magia medieval de ciudades de ensueño, como Frías y Uncastillo, que parecen felizmente detenidas en el tiempo para descanso de unos ojos hastiados de cemento y vulgaridad. Los Mallos de Agüero, gigantes que duermen un eterno sortilegio antediluviano y que un día, como memoria perdida de historias maravillosas, albergaron cuentos de brujas y seres mágicos. Los rayos del sol que se filtran a través de los vitrales de San Pedro el Viejo y juegan a pintar partituras cromáticas en las sólidas columnas del milenario cenobio.

Simplemente son....detalles de Magia Natural.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Detalles de Magia Natural: Primera Parte



Lugares, momentos y detalles sublimes, que permanecen entrañablemente custodiados en un pequeño rincón del alma, esperando el momento oportuno en que la nostalgia, insistente como ese viejo grifo que gotea constantemente, los libere de ese universo dormido y gracias a la tecnología, vuelvan a pasar ante los ojos como visiones del presente. Es difícil no recordarlos, pues su huella, lejos de desvanecerse cuando canta el gallo, anunciando la inminencia de la mañana, nos acompaña como una segunda sombra. Recuerdos, tantos y tan variados, que se necesitarían muchos vídeos y muchas horas de visionado para hacer justicia a todos. Yo he seleccionado tan sólo algunos que, de una u otra forma, fueron una auténtica motivación en mi camino. Desde luego, no están todos los que son, ni son todos los que están; pero sí son una buena parte de mis últimos y mejores momentos.




Siempre que me desplazo a Asturias por la Autovía A66, también conocida como Ruta de la Plata, y después de dejar bien atrás la histórica ciudad de Benavente, suelo hacer un alto en este lugar. Ignoro si su nombre es el correcto, por lo que me referiré a él como el embalse del río Luna, situado algunos kilómetros antes de llegar al puente de Fernández Casado y a otro pueblecito pinturesco, que responde al evocador nombre de Caldas de Luna.

Otro embalse, evocador de magias y probable morada de Xanas -siquiera sean parientes lejanas de Caricea, famosa sobre todo por la zona de Somiedo- es ese otro situado entre las tranquilas poblaciones astures de El Campo y Peñerudes. Ver la silueta del Monsacro perfectamente dibujada en el espejo inmaculado de sus aguas, hace válido el adagio de Hermes Trismegisto, referido a que lo de arriba es igual a lo de abajo.

Hablando, precisamente del Monsacro, no podía faltar esa nueva visión, vivida hace apenas una semana, de los pueblecitos que, como satélites, sobreviven a su vera, en las inmediaciones, también, de una sierra eminentemente mágica, como es la Sierra del Aramo, y otro pico, mundialmente conocido: l'Angliru. Pueblecitos que, sea cabal o circunstancialmente, aún conservan símbolos ancestrales en el armazón de sus casonas, como esa pata de oca que sustenta un tejado y en cuya cercanía descansa plácidamente un gatito amodorrado.

Una vieja casona, reacondicionada como hote rural -La Casa Vieja, donde tuve el gusto de alojarme en mi último viaje a Asturias- a cuya vera el Riosa, o quizás el Morcín, ambos afluentes del Caudal, forman una pequeña catarata antes de continuar deslizándose, alegremente, hacia el antiguo molino que aún funciona perfectamente y es motivo de orgullo para Maxi, su propietario.

La denominada Silla del Obispo, situada a unos doscientos metros de la cima del Monsacro, tomando el más arduo de los caminos que conducen a su cumbre -el de la Llorera o la Llorá- y desde la que se tiene una inmejorable panorámica de la región, incluida la cosmopolita Oviedo e incluso, para aquellos que tengan ojos de lince, algún atisbo del Cantábrico. El ganado pastando libremente en su cima, durante los meses de verano. El primer tramo del camino, un bosque druídico que aún conserva la magia ancestral y los mitos de los primeros pobladores. Una familia de caballos asturcones en Pedroveya -para otros quizás sean ponies- con el fondo encantado del desfiladero de las Xanas, donde la cría, más que un caballo, bien parece un peluche dotado de movimiento. La magia de la maternidad, bien definida por una gata segoviana amamantando a sus crías. Y los cisnes y ánades, custodios de un jardín encantado, revestido de otoño, cuyas aguas recuerdan, de alguna manera, esa puerta abierta a otro mundo, quizás similar a aquélla otra que encontró Alicia para acceder al País de las Maravillas.